Una radio tenía que sonar

En una habitación del segundo piso del Complejo Municipal SACUDE funciona Lengua Libre, la radio comunitaria de la Cuenca de Casavalle que le quiere contar al mundo lo que pasa en ese lugar

Una radio tenía que sonar

Carlos (79) se levanta de la silla de plástico, sale de la cabina de radio y entra a la sala de controles. Ambos espacios están en un mismo cuarto, separados por un muro con una ventana desde la que se puede ver hacia el otro lado. Carlos va afeitado y con boina puesta. Se sienta frente a su escritorio, donde tiene la computadora, una consola, un monitor, una laptop y un micrófono. Agarra sus auriculares tipo cascos y se los pone por arriba de la boina.

Fredy Vidal (60), Mayda Burjel (37) y Alba Sena (82), conductores de Botica Barrial, entran a la cabina y se sientan en sillas de plástico de blanco percudido alrededor de una mesa rectangular de madera. Es un espacio angosto en el segundo piso del Complejo Municipal Salud, Cultura y Deporte (SACUDE). Lo delimitan tres paredes blancas y una verde manzana de la que cuelga un reloj circular también verde manzana. En una de las paredes blancas está pegado un pañuelo triangular violeta que tiene pintada la cara de una mujer y la frase “dónde están”. Falta Norma Espino (77), la cuarta conductora que, como le cuesta subir las escaleras, participa solo cuando Botica Barrial hace su programa en la calle, o en el primer piso del edificio.

Un cartel luminoso que dice “Aire” se enciende. Carlos pone música. El saxofón de “Careless Whisper”, de George Michael, se adueña de la atención. Segundos después, una grabación interrumpe sin sutileza al instrumento de viento: “Transmite Lengua Libre Radio. Montevideo, Uruguay. Para todos los vecinos de la Cuenca Casavalle”. Sale George y entra la cortina del programa Botica Barrial: “Allá por el 2014, digamos que al final, un grupo de vecinos del Barrio Municipal soñaron que una radio un día tenía que sonar para contarle al mundo lo que pasa por acá”. Así se presenta cada miércoles a las cinco de la tarde el programa con más antigüedad de la radio. El micrófono que cuelga del techo de la cabina les da voz a los conductores y otro, en el cuarto de controles, amplifica la de Carlos.

Según un informe de la Unidad Reguladora de Servicios de Comunicaciones (URSEC), en Uruguay existen 147 radios comunitarias que transmiten por frecuencia radial. En Montevideo hay 21, pero Lengua Libre, la radio que crearon los vecinos de Barrio Municipal Instrucciones y que se dirige a todos los habitantes de la Cuenca de Casavalle, no forma parte de la lista. Transmite por Facebook, desde la cámara de una laptop Acer. La radio nació en 2015 dentro del Complejo SACUDE, ubicado sobre la calle Los Ángeles, esquina Barranquilla.

En Lengua Libre funcionan dos programas: Opinión al Aire, del Centro Juvenil Jugar de Tambores, y Botica Barrial, que cuenta las novedades del barrio y de SACUDE, además de incluir en su grilla columnas de literatura, opinión y cualquier otro tema si un vecino propone y quiere aportar. Carlos, además de ser uno de los fundadores, es el operador y sonidista de la radio. Botica Barrial transpira su estilo musical: jazz, soul, salsa.

Integrantes de Botica Barrial en el Complejo Municipal SACUDE. Foto: Alanna Fuentes
Integrantes de Botica Barrial en el Complejo Municipal SACUDE. Foto: Alanna Fuentes

Los más fieles seguidores de Botica Barrial son personas que asisten a SACUDE, ya sea para participar en alguna de las más de cincuenta actividades deportivas, culturales y de promoción de salud que ofrece el complejo, o porque trabajan allí. Lucía Russo (71), es una de esas personas. Descubrió Lengua Libre por ir a las actividades del edificio. Vive a una cuadra y en el programa la reconocen como la fanática número uno. Desde que se lanzó la radio, Lucía corre la bola entre sus vecinos. No escucha ninguna otra emisora en su rutina diaria, solo Botica Barrial. Si puede, en vivo. Si no, busca los videos en la cuenta de Facebook de Lengua Libre. Para escucharlo, se sienta de cara al ventanal en una habitación frente al patio de su casa. No tiene internet, pero desde ahí se conecta a la red de su hijo, que vive al lado. En ese lugar de su casa es donde tiene mejor señal. Escucha el programa mientras toma mate y se siente acompañada por el programa: “Es como algo que estoy esperando. Algo lindo que sé que voy a vivir”.

El boca a boca no es el único método publicitario que utiliza Lucía. Llegó a invitar a su casa a Ana, una vecina que vive en la esquina de su domicilio, para que conociera el programa. Una tarde se sentaron a escucharlo en el patio de Lucía con el celular. Ana no escuchó más el programa porque no maneja Facebook.

La página de Facebook de Lengua Libre al momento acumula 597 seguidores. Su primer video es el más visto, con mil visualizaciones, según registra la plataforma. Se trata de un bloque de humor de cinco minutos, en donde Fredy cuenta chistes. Pero de los 94 videos que compartieron, la mitad no supera las 100 reproducciones.

Cabina de radio de Lengua Libre. Foto: Alanna Fuentes
Cabina de radio de Lengua Libre. Foto: Alanna Fuentes

“Vecinos y vecinas, presten oreja”, suena por los altavoces de la peatonal del Barrio Municipal: “Lengua Libre te quiere escuchar”. Es 20 de septiembre de 2022. La radio está instalada en la calle Chicago, para una actividad de escolares y maestros. Carlos llevó la consola que tiene en su casa y los micrófonos se movieron desde el estudio a una mesa en la calle. Él, Norma y Mayda se sentaron ahí y transmiten en vivo por Facebook. Parte de la consigna del día es hablar con vecinos de Casavalle. Mayda, encargada de la comunicación de SACUDE y también conductora en Botica Barrial, toma el micrófono.

—¿Sabían ustedes que hay una radio del barrio? —su voz se mezcla con la melodía de “Like a mate in the morning”, de Tapones de Punta y Felipe Herrera.

Los tres buscan con la mirada a alguien que se acerque a la mesa y quiera conversar con los conductores. Norma encuentra a una maestra de la escuela n.° 354, Los Junquillos.

—Contanos algo. Ahora ya te arrimaste y la quedaste.

Mayda se aleja y vuelve al estudio improvisado con un niño de ocho años vestido con una remera de Hulk.

—Vení para acá —Norma le da el micrófono y sienta a su lado—. ¡Ah!, qué lindo que sos.

Conversan sobre sus estudios en la escuela y él confiesa que su materia favorita es Matemáticas.

—Tenés carita de que estudiás.

—Soy el más listo de la clase.

De entre los niños y maestras que participan uno tras otro del programa, el más extrovertido se convierte espontáneamente en productor. Busca entrevistados en la multitud y, así, difunde la voz de Lengua Libre entre vecinos que no conocen el proyecto.

Antes de que naciera la radio, Norma defendía que SACUDE necesitaba una voz que saliera para afuera del Complejo. Ahora que es una de las conductoras de Botica Barrial, vecinos suelen comentarle que no entienden por qué lo hace, porque no percibe un sueldo colaborando con SACUDE, ni con la radio. Ella lo tiene claro: “Yo me río, porque yo gano mucho más que plata”.

Cabina de radio de Lengua Libre. Foto: Alanna Fuentes
Cabina de radio de Lengua Libre. Foto: Alanna Fuentes

Ángela Carballo (69) es una oyente de Salto. Se autodenomina “radiofanática”: “Yo soy una mujer de radio, siempre lo dije”. Cuando era chica, en su casa cargaban una batería con un molino de aspas y a la tardecita se usaba “un poco para la luz y un poco para la radio”. Entonces se ponía a escuchar radioteatro. Su afición no quedó ahí. A los cuarenta años, luego de terminar un curso de técnico pedicuro en la UTU, Olga Cerecetto la invitó a hacer una columna para su programa Buenas Tardes, Mucho Gusto, en Radio Arapey. Una vez por semana, durante un tiempo, Ángela se dedicó a hablar sobre la salud de los pies a la vez que conocía el funcionamiento de una radio desde adentro.

En noviembre de 2019 viajó al sur del país para conocer el grupo de Obesos, Hipertensos y Diabéticos (ODH) de la Policlínica del Complejo con su grupo de ODH de la Policlínica UBA 8, del barrio Malvasio. Salió de SACUDE sin enterarse de la radio que existía en el segundo piso. Pasaron dos años hasta que, en 2021, se encontró con la página de Facebook de la Lengua Libre mientras navegaba: “Fue una casualidad”. Dio con un episodio sobre sexualidad, algo que en su juventud, según recuerda, no era tema común de conversación. “Yo la verdad que me quedé asombrada”, ríe al recordar el segmento. “Hablaron de cosas conocidas y desconocidas. Y, aparte, sin tabúes”. Después de ese programa se “enganchó” con Botica Barrial y ahora los escucha por celular.

Botica Barrial tiene una misión: llevar referentes que conozcan la zona y puedan contar su historia desde su experiencia. Así pasó con Tití.

—Si yo les dijera que está Héctor Rafael Silva, muchos de los vecinos dirían ‘¿quién es?‘. Ahora, si yo les digo que a mi derecha está el señor Tití, eso cambiaría.

Así presentó Fredy, el 3 de noviembre de 2020, a uno de los personajes emblemáticos del Barrio Municipal. Tití era conocido por la cantina accidental que tuvo en su casa cuando se tiró abajo la del salón Municipal y se empezó a construir el Complejo SACUDE, que se inauguró el 16 de diciembre de 2010. El cantinero de ese momento, el Chinga, no tenía dónde guardar las bebidas que le quedaban, así que Tití se ofreció a quedarse con las botellas a medio consumir mientras veían qué hacer con la cantina. “Lo que el Tití nunca iba a pensar es que al otro día le iban a estar golpeando la puerta”, explica Fredy dos años después de la entrevista que le hizo en Botica Barrial. “Cuando abrió la puerta había dos o tres de los parroquianos que siempre iban a lo del Chinga”.

Tití les preguntó qué pasaba, a lo que le respondieron que iban a tomar algo. Aunque les explicó que era su casa y no una cantina, los “parroquianos” insistieron en que si ahí estaban las botellas del Chinga, ahí sería la cantina. Así, la gente que concurría a la cantina del Chinga empezó a caer a la casa de Tití -ubicada sobre Antillas, paralela a Curitiba, donde está SACUDE- como si él fuese el nuevo encargado de atenderlos.

Adentro no tenía espacio para poner un salón. Con ayuda de algunos de los visitantes, levantó un techito en el fondo con cuatro palos de madera y unas chapas usadas. En su propiedad solo tenía dos mesas chicas y unos bancos. Eso bastaba. Durante diez años el fondo de lo de Tití fue una cantina sin mostrador.

Tití no visitó el Complejo SACUDE por varios años hasta ese 3 de noviembre, cuando Botica Barrial lo convenció de participar en un programa.

Contó que nació en el barrio, que fue a la escuela n.° 168 y que de chico era tan fanático del Club Atlético Municipal de Instrucciones que se escapaba por la ventana de su casa a la hora de la siesta para irse en un camión a ver los partidos. Volvía a las siete de la tarde y su padre hacía como que no lo veía: “Porque si no me tenía que pegar una paliza”. Contó que de chico la gente del barrio se conocía tanto que se cuidaban entre ellos. También, que era amigo del Pelado Vidal, tío de Fredy, que era el maquinista de un cine que había en el salón Municipal antes de convertirse en SACUDE y con el que todas las tardes Tití se juntaba para mirar las películas a través de una ventana.

Además de las anécdotas picarescas, Tití también contó que treinta años atrás, junto a su hermano Jorge y amigos, se juntaron para armar un grupo de Reyes Magos. Salían a repartir caramelos a los niños del barrio, disfrazados. Los niños les daban las cartas en las que pedían sus regalos y a ellos se les “caían los lagrimones”. Un año se disfrazó de Cantinflas. Estuvo una semana cosiéndose un pantalón con una camiseta blanca. Otro año, se vistió de Chavo del Ocho. El grupo salía en un carro con luces cinchado por un burro y junto a otros vecinos que cantaban “llegaron ya los reyes”. A los adultos les entregaban regalos de broma. Al padre de Tití, que le gustaba el vino, le llegaron a regalar agua con tinta.

Tití murió meses después de su entrevista en Botica Barrial. El programa quedó grabado y guardado en la cuenta de Facebook de Lengua Libre. El 25 de mayo de 2021 Botica Barrial le dedicó el final de su programa en homenaje. Si no fuera por los programas grabados, nadie podría volver al video y escuchar la historia de Tití en sus propias palabras.

Carlos trabajó durante muchos años en rubros que nada tenían que ver con manejar consolas de sonido. Hasta que, en 1985, se mudó a Argentina y coincidió con alguien que le dio trabajo en una radio de la provincia de Buenos Aires. “No tengo idea de qué hacer”, le dijo en aquel entonces a su jefe. Aprendió a pasar comerciales, cambiar discos de pasta, seleccionar casetes, dividirlos, escucharlos, cortarlos. Todo a mano. Regresó a Casavalle en 1989 y trabajó como gráfico en una imprenta hasta que se jubiló. No volvió a tocar una consola por veinticinco años.

Quince años después, Andrea Martirena, que formaba parte de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias de Uruguay (AMARC), conoció a Marisa Ledesma, que en ese entonces era coordinadora en SACUDE. Marisa le planteó a Andrea que había un grupo de vecinos de Casavalle que veían la necesidad de tener una radio. “Sentían que en Casavalle había mucha cosa, pero que no estaba unida”, recuerda Andrea. “Ellos querían lograr un medio barrial que uniera todos los proyectos que había en Casavalle”. Dentro de ese grupo estaban Carlos, Norma, Fredy y Mayda.

Así, con el Ministerio de Educación y Cultura (MEC), Andrea acompañó la gestión de un medio, a la vez que realizó un espacio de taller para que aprendieran a llevar adelante una radio. Se pusieron de acuerdo con respecto a los ejes fundacionales: la radio tenía que ser un espacio colectivo que uniera a la gente y al que cualquiera pudiera acceder. Fredy, Carlos, Mayda y Norma aprendieron a hacer radio. “¿Nos tiramos al agua o qué hacemos?”, recuerda haber dicho Fredy en un momento. Se zambulleron en 2015. Repartieron urnas en los comercios del barrio para que los vecinos escribieran nombres tentativos para la radio. Un anónimo dejó un papel que decía Lengua Libre. “Nunca supimos quién fue el o la vecina que le dio nombre a nuestra radio”, afirma Fredy. Cuando terminó el proceso, Andrea siguió participando como voluntaria durante siete años.

De esa manera Carlos volvió al ruedo. Para él, un operador de radio es el que entra por la puerta de atrás y sale por la misma. Pero sus compañeros de Botica Barrial, con quienes comparte espacio hace siete años, lo tienen como uno de los pilares de Lengua libre. Fredy lo conoce desde hace más de cuarenta años, cuando Carlos anotó a sus hijos Mónica y Ernesto en un grupo scout que él integraba.

Para Carlos, Lengua Libre es un pasatiempo. No pretende ganar dinero con la radio. Participa, comenta y hasta pide que manden “sólidos” a la radio, cuando hay ganas de picar alguna comida en la tarde. La importancia de su protagonismo se refleja en que tiene su propia webcam para que los oyentes puedan verlo.

—¿Estamos al aire, Carlitos? —dice Fredy y mira el cartel luminoso de “Aire” que está encendido. Es 17 de agosto de 2022. Otro miércoles de Botica Barrial. El conductor exhibe su clásico humor—. Es una alegría que este proyecto, que empezó siendo una radio, un proyecto para que nos escuchen, ahora también es un proyecto para que nos vean. Me imagino la desilusión de muchos.

Casi seis meses después, la grabación de ese programa acumulaba poco más de 90 visualizaciones. Pero Norma, que no asistió ese día, deja claro que los números no tienen significado para Lengua Libre: “A nosotros no nos interesa la cantidad de gente que nos escuche, queremos escuchar a la gente”.

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Redacción: Alanna Fuentes