Herramienta y veneno

La cultura de la cancelación surge como una reacción popular de condena a quienes realizan acciones o pronuncian declaraciones que algunos consideran incorrectas. Se vale de la dinámica de las redes sociales y elude los canales legales de justicia. Ya cobró sus primeras víctimas en Uruguay, a pesar de que algunos le quitan relevancia en el contexto local. Quienes la estudian no saben hasta dónde puede llegar, pero advierten sobre sus posibles consecuencias para la vida democrática

Herramienta y veneno

Corría el 28 de marzo de 2018 cuando una usuaria de Twitter (@SofIiCasada) publicó: “Bo gurisas sin mentir conozco varios casos ya, el gucci alguna vez las acoso??? O sintieron una actitud sospechosa de su parte??? [sic]”. La publicación fue retuiteada más de 900 veces y recibió más de 1.000 me gustas, lo que transformó el tema en Tendencia en Twitter Uruguay. La cuenta que publicó el tuit inicial difundió mensajes anónimos de otros usuarios que narraban episodios en los que el cantante había sido abusivo. Lo acusaban de forzar relaciones sexuales, acosar y tocar a mujeres sin su consentimiento, algunas de ellas menores de edad.

Gustavo Serafini, más conocido como “el Gucci”, se llamó al silencio por unas semanas, hasta que retrucó con denuncias por difamación. La Justicia determinó que la denunciante no tenía pruebas para sostener sus afirmaciones, por lo que se vio obligada a pedir disculpas, pero esto no le valió de mucho al músico. Le cancelaron shows y bajó la demanda por sus servicios en el mundo de la música. A su vez, cuando se perfilaba como candidato a diputado por el Frente Amplio de la mano de Daniel Martínez, otros dirigentes del partido -como Christian Di Candia y Fabiana Goyeneche- se manifestaron en contra de la posibilidad, recordando las denuncias públicas. Daniel Martínez los escuchó y le pidió a Serafini que bajara su candidatura.

“Yo no me victimizo”, aclara el Gucci cinco años más tarde. “Si tu hija cumple quince y escuchás que hay gente diciendo esos disparates sobre el artista que ibas a contratar…”. Agrega que, además de la baja en la demanda por sus servicios, otra consecuencia en su carrera artística fue el alejamiento de los medios: “Hay gente que piensa que no canto más”. Pero el golpe más grande se lo llevó a nivel personal, al ver cómo el tema afectaba a su ahijada.

Pippa Norris:
“La cultura de la cancelación consta de una serie de estrategias colectivas de activistas para ejercer presión social con el fin de lograr el ostracismo cultural del objetivo acusado de palabras o hechos ofensivos”

Pippa Norris es politóloga y académica de Harvard e investiga sobre la cultura de la cancelación. En su publicación Cancel Culture: Myth or Reality, define al fenómeno como “una serie de estrategias colectivas de activistas para ejercer presión social con el fin de lograr el ostracismo cultural del objetivo acusado de palabras o hechos ofensivos”. El filósofo uruguayo Javier Mazza entiende que es una forma abusiva de justicia retributiva. Algo así como un ojo por diente. El carácter abusivo está en que se trata de un accionar de muchas personas contra una. Norris no considera que este tipo de prácticas sean novedosas en esencia, ya que a lo largo de la historia existieron otras formas de humillación y deshonra pública. La novedad se encuentra en el aprovechamiento de las herramientas brindadas por la evolución de las redes sociales y su alcance, ya que potencia la probabilidad de agregacionismo: se facilita la suma de adeptos a movimientos mediante el uso de hashtags y términos clave, lo que acelera la posibilidad de tendencia. Según Mazza, el agregacionismo incrementa la cantidad de personas, pero en algunos casos ese aumento de números no va acompañado de aumento de la capacidad crítica: “Entienden qué están haciendo, pero no por qué”.

No todas las expresiones del agregacionismo son destructivas. Algunas han dado lugar a movimientos progresistas exitosos como la Primavera Árabe -revolución de pueblos árabes contra gobiernos autoritarios entre 2010 y 2012- y el #MeToo -movimiento que promueve la denuncia pública de la violencia de género sufrida por mujeres-, así como manifestaciones con otro tipo de motivaciones, como lo fue la campaña #SuárezANacional, en la que miles de personas promovieron la vuelta de Luis Suárez al Club Nacional de Football a mediados de 2022.

La psiquiatra Natalia Trenchi explica que en la juventud se tiene la necesidad de sentirse parte de algo. Se trata de un aspecto de la definición del quién soy. Esto desemboca en que muchas personas se sumen a movimientos sin que los entiendan del todo o compartan su fin. “Uno de los problemas más grandes es que la responsabilidad se diluye, por lo que nadie se hace cargo de los daños” que pueden causar algunos de esos movimientos, explica, y agrega que la racionalidad y la percepción de los límites se nublan: “Como aquel cruzó aquella línea, yo doy un paso más”.

Varones Carnaval ofrecía un espacio para contar experiencias de violencia, acoso y/o abuso, y prometían publicarlas con total anonimato.

El 20 de agosto de 2020 se creó una cuenta de Instagram llamada Varones Carnaval. Sus tres primeras publicaciones explicaban que la misión de la cuenta era exponer a los violentos del mundo del carnaval y “terminar con su impunidad”. Ofrecían un espacio para contar experiencias de violencia, acoso y/o abuso, y prometían publicarlas con total anonimato para evitar consecuencias negativas en las denunciantes. Una cuenta que cumpliera con el rol de difusión de denuncias anónimas. Al poco tiempo aparecieron otras cuentas similares enfocadas en distintos ámbitos, como Varones del Rock, Varones Municipales, entre otros.

Varones Carnaval publicó poco más de 250 denuncias. Las repercusiones fueron variadas en los casos particulares, pero la Intendencia de Montevideo aplicó una sanción ejemplarizante: suspendió el Carnaval de las Promesas de 2021 como consecuencia de la cantidad de denuncias publicadas por la cuenta que tenían como contexto a conjuntos de esta competencia.

Algunas denuncias públicas pasaron a ser denuncias penales con rapidez. Así fue el caso de Sebastián D’Elia, exdirector del conjunto The Clowns, del Carnaval de las Promesas. Fue señalado en publicaciones del 21 de agosto de 2020, entre otras. Poco menos de dos años más tarde, fue condenado a 4 años y 6 meses de penitenciaría por reiterados delitos de atentado violento al pudor, abuso sexual específicamente agravado y por promesa de remuneración a una adolescente a cambio de realizar actos sexuales.

También hubo otras figuras destacadas del carnaval entre los denunciados, como Gerardo “el Alemán” Dorado, Maximiliano Tuala y Fabricio Speranza. Ellos se negaron a llamarse a silencio. Publicaron cartas en las que manifestaron que estaban en tiempos de cambios sociales, que intentaban mejorar día a día y que pedían disculpas en caso de haber incomodado o dañado a alguna persona. Las cartas parecieron ser disculpa suficiente. Tanto Tuala como Speranza participan de la edición de Carnaval 2023 en el conjunto Un Título Viejo.

Sin embargo, otros de los implicados en las publicaciones decidieron presentarse ante la Justicia para denunciar por injurias y difamación a quienes manejaban la cuenta de Instagram. Más allá de algunas suspensiones temporales por parte de los conjuntos, muchas de las publicaciones no llegaron a mucho más, ya que las víctimas de delitos sexuales no ratificaron sus denuncias ante la Justicia. El anonimato de las denuncias trajo consigo la imposibilidad de verificación de la información, lo que generó menciones equivocadas que terminaron en pérdida de credibilidad de los usuarios denunciantes.

Varones del Rock, por su parte, acusó a Nicolás Barcia, luego de confundirlo con otro músico de nombre similar. Barcia se descargó a través de sus redes sociales y apuntó contra las personas detrás de las cuentas que buscaban una condena social: “Están bastante verdes para encargarse de una tarea delicada como esta”.

Lo peligroso de estas campañas es que, una vez que se estigmatiza a una persona, es difícil cambiar la imagen de ella que se genera en el público. Sobre todo teniendo en cuenta que el ser humano tiene un cerebro confirmador, como explica la Dra. Trenchi: de toda la información que le llega a diario, toma la que lo ayuda a reafirmar lo que ya piensa. Las ideas disonantes generan la liberación de hormonas que lo hacen sentir incómodo y lo ponen en alerta. “Tiene que ver con la supervivencia. Algo arcaico de ir siempre a lo conocido”, afirma.

Pippa Norris:
“Hay motivos genuinos para preocuparse por que la cancelación haya pasado de su iniciativa legítima de denunciar a quienes se comportaban de forma ofensiva o incorrecta a ser una ola que erosiona la tolerancia a la disidencia y asfixia la libertad de expresión”.

Esta es una de las explicaciones de que la cancelación no solo persiga a personas acusadas de delitos, sino también a quienes obran dentro de la ley, pero por fuera de los límites de lo que algún sector o colectivo de la sociedad considera conducta aceptable. Norris explica que uno de los problemas que se presenta con los cambios culturales a lo largo del tiempo es que cada vez se vuelve más difusa la línea que divide las creencias morales apropiadas y no apropiadas, y concluye que hay motivos genuinos para preocuparse por que la cancelación haya pasado de su iniciativa legítima de denunciar a quienes se comportaban de forma ofensiva o incorrecta -según el criterio de quienes cancelaban- a ser “una ola que erosiona la tolerancia a la disidencia y asfixia la libertad de expresión”. El estudio de Norris toma como ejemplo los campus universitarios de Estados Unidos, donde conferencistas con posturas que disentían con las dominantes en el lugar no pudieron desarrollar sus ideas en público, mientras algunos profesores fueron censurados y hasta expulsados de las universidades en las que trabajaban.

Aunque a menor escala y en un hecho relativamente aislado, se dio un caso similar en Uruguay cuando el politólogo argentino Agustín Laje llegó a Montevideo a dar una conferencia sobre su obra El libro negro de la Nueva Izquierda en el anexo del Palacio Legislativo. En los días previos a la presentación, la columnista María Rosa Oña propuso el hashtag #NoALaCharlaDeLajeEnElPalacio y usuarios de Twitter lo viralizaron hasta volverlo tendencia en el país. La justificación de la campaña se basaba en la acusación de que Laje esparcía un “discurso de odio machista y homofóbico”. Su presentación contó con momentos de tensión entre quienes iban a escucharlo y un grupo de personas que se presentó frente a la fila de ingreso para manifestarse en contra del autor argentino con banderas y cánticos.

Puede verse una relación entre la cancelación y la teoría de la espiral del silencio, de la profesora Elisabeth Noelle-Neumann. Esta teoría dice que, en una sociedad o grupo donde el pensamiento dominante es A, quienes piensan B tienden a manifestarse menos que la mayoría por una “presión social implícita”. La politóloga explica que esto genera que movimientos disidentes extremistas -como el Ku Klux Klan, los negadores del holocausto, entre otros- pasen a ser silenciados de forma gradual. Sin embargo, la abogada Sofía Maruri, quien hizo su tesis de maestría en la Universidad de Oxford sobre los problemas que presenta la cultura de la cancelación, plantea que esto no sucede únicamente con opiniones extremistas, sino que algunos lo aprovechan para intentar silenciar a las ideas disidentes con las propias. Maruri explica que esto genera un debilitamiento de la democracia: “Una sociedad plural y democrática es la que tiene presentes todas las opiniones, incluso las que no comparto o me caen mal. El único límite legal es incitar al odio o a la violencia, pero no que otro se sienta ofendido”.

Mientras algunos intentan cuidarse de no caer en espacios que algunos grupos consideran incorrectos u ofensivos, hay otros que se ganan la vida a base de hacerlo con gracia. El humorista nacido en Estados Unidos y nacionalizado uruguayo Adrián Nario, más conocido como el Bananero, es un prolífico creador de contenidos digitales desde hace casi 20 años. A pesar de los cambios en las sensibilidades sociales, la base de su contenido se mantiene: una mezcla de humor negro y verde.

Adrián Nario - “el Bananero”:
“La cancelación es el último recurso de alguien que no tiene otra forma de tratar de cagarte”.

Explica que no quiere ser masivo porque su humor no es para todos: “Si fuera una banda sería los Sex Pistols, no los Beatles”. Entiende que está del lado de “la buena leche”, ya que su fin es hacer reír, no ofender. Sus videos, considerados por algunos como ofensivos, generaron que le bajaran cuentas de Facebook, YouTube, Instagram y TikTok, en cada una de las cuales contaba con más de un millón de seguidores, según expresó. Antes le daba gracia porque lo resolvía creando otra cuenta sin mucho dolor, pero ahora tiene marcas propias -de cerveza y de ropa- que tienen su mayor fuente publicitaria en las redes de el Bananero: “Si pierdo seguidores bajan las ventas, y hay trabajadores que dependen de que a las empresas les vaya bien”.

En julio de 2021 el colectivo feminista Mujeres Cerveceras empezó una campaña contra Prision Pals, la empresa que producía su cerveza en Estados Unidos, porque consideraban ofensiva la etiqueta de las botellas. La misma tenía varias referencias fálicas en el slogan impreso e invitaba a probar la cerveza, de nombre “Japi”, y “quedar como lokita!! [sic]”. La campaña calificaba al slogan de “misógino y falocentrista”. Desde la dirección de la fábrica le pidieron a Nario que se disculpara con el colectivo y que considerara cambiar la etiqueta, pero la respuesta del creador de contenidos fue negativa. La empresa dejó de producir la bebida, ya que les afectaba la imagen del negocio.

De todas formas, con el tiempo Nario empezó a considerarse incancelable: “Todo lo que vendo es mío. Mi cerveza, mi ropa, mis saludos… Así me gano la vida”. No depende de que una empresa le pague un sueldo ni cuenta con empresas que lo publiciten: todo el dinero que genera es a base de sus seguidores, quienes lo siguen por hacer el tipo de contenido que otros consideran ofensivo. La situación de la cerveza fue su punto de partida para no dejarse caer ante la cancelación. Cuando le dejaron de producir su cerveza en Estados Unidos -donde vive actualmente- diseñó un plan de expansión y empezó a producirla en Argentina, Perú, Chile y Uruguay.

“A la gente le gusta ponerse en esa postura de ofenderse porque les da el derecho a señalar con el dedo y putear. Para mí, ese derecho te lo acabás de inventar porque sos demasiado sensible y no sabés controlar tus emociones”, comenta el humorista, que califica a la cancelación como “el último recurso de alguien que no tiene otra forma de tratar de cagarte”.

Pero este fenómeno no solo tiene base en la negación a escuchar ideas que difieren de las propias, sino también en el ansia de poder. Según la Dra. Trenchi la cancelación es un mecanismo similar al bullying: “Se busca la debilidad de alguien con el fin del enaltecimiento propio”. A los niños que hacen esto se les dice hostigadores, pero a los adultos que lo hacen por redes sociales hay quien los llama, según Mazza y la Dra. Trenchi, héroes cibernéticos. “Todos podemos llegar a tener una necesidad de ocupar determinado lugar en nuestros círculos y eso puede ser saludable: es lo que nos hace ser productivos y estar en determinadas actitudes frente a la vida. Pero si es a expensas de pisar cabezas, claramente no está bien”, explica Trenchi.

Natalia Trenchi:
“La cancelación es un mecanismo similar al bullying: se busca la debilidad de alguien con el fin del enaltecimiento propio”.

Mazza culpa a los indicadores cuantitativos de las redes sociales -recuentos de me gustas, comentarios y retuits- de la existencia de estas cacerías de brujas: “La búsqueda de que los reflectores nos peguen en la cara a veces genera que no nos importe qué nos llevamos por delante en el camino”.

Por su parte, autoridades de organizaciones que se declaran defensoras de la libertad de expresión en Uruguay manifiestan que este fenómeno no es uno de los temas en su agenda y que no manejan con claridad el concepto ni conocen a fondo los casos que se han dado en el país. Instituciones como Amnistía Internacional, CAinfo, entre otras, publicaron en 2021 el sitio web libertaddeexpresion.uy. A pesar de que en la web se declara que la misión es potenciar y garantizar la libertad de expresión, sus contenidos apuntan a la libertad de prensa, el acceso a la información y el derecho de huelga. No se ven rastros de la cultura de la cancelación.

Javier Mazza:
“La búsqueda de que los reflectores nos peguen en la cara a veces genera que no nos importe qué nos llevamos por delante en el camino”.

Fabián Werner, director de CAinfo, entiende que la cancelación es un fenómeno de redes sociales, y que se desarrolla principalmente en Twitter. “Solo entre un 15% y un 20% de los uruguayos tiene una cuenta activa en esa red, por lo que es difícil medir tendencias sociales en base a tendencias de una red no representativa de la sociedad”. Considera que en Uruguay no se da el fenómeno como sí se ha dado en casos sonados de países como Estados Unidos.

Mazza, por otro lado, opina que los fenómenos digitales, por más que sean a menor escala, también llegan a la sociedad uruguaya, y que la cancelación no es la excepción: “Como todo en Uruguay: chiquito, incipiente y modesto, pero hay”. De todas formas, mantiene que es un fenómeno demasiado nuevo como para tener muchas certezas al respecto. “No sé si va a destruir la libertad de expresión, pero tampoco podemos decir que no la va a destruir. Es algo nuevo que introduce reglas nuevas. Hay que tomarlo con pinzas. No es el mismo perro con distinto collar. Es otro bicho con otro collar”, ilustra.

Tanto Mazza como Werner se apegan a las normas jurídicas para determinar los límites de la libertad de expresión: el respeto por la dignidad humana. Mazza entiende que, de momento, la cancelación es la herramienta que algunos ciudadanos encontraron para hacerse oír, pero “capaz que con el tiempo nos damos cuenta de que es como cualquier otra herramienta de humillación pública, y ya sabemos que terminan mal”.


Redacción: Joaquín Pérez del Castillo Colaboración: Alana Fuentes